Por Samuel Benavides Herrera
Hace 420 años, un 17 de febrero del año 1600, tuvo lugar en Roma un acontecimiento que daría pie al librepensamiento. En el “Campo dei Fiori”, cientos de personas se reunirían para ver morir en la hoguera a Giordano Bruno, hombre religioso de la Orden de los Domínicos, por orden de la “Santa Inquisición”.
Su nombre de bautismo fue Filippo Bruno, el cual a los 15 años cambiaría a Giordano. Escribía poesía, piezas de teatro, filosofía y teología. Nacido en Nola, Nápoles, en 1548, fue llevado a la hoguera tras haber “desafiado a la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana” por exponer sus ideas sobre la Tierra y su posición en el Universo.
Se sabe que la sentencia de muerte la impuso el Papa Clemente VIII días antes de la quema pública dando la opción a Bruno de renunciar a sus ideas y arrepentirse. Bruno decidió morir llevando consigo sus propuestas, mientras ardía en la hoguera cuentan, volteó la cara para rechazar un crucifijo que le pusieron enfrente.
Giordano inició sus ideas en 1575, cuando comenzó a leer los textos prohibidos del filósofo holandés Erasmo de Róterdam, uno de muchos actos que contribuyeron a su muerte en la hoguera.
Contestatario, heterodoxo y actualmente considerado un baluarte del librepensamiento, tuvo una particular manera de entender la teología, lo cual causó malestar entre la comunidad religiosa (de la cual según los historiadores no se sentía aceptado). Se sabe que sus problemas comenzaron tres años después de haber sido ordenado Cura. Pasando por varios conventos dominicos, lo acusaron de hereje, abandonó la Orden, y fue excomulgado.
Se convirtió al calvinismo, pero sus ideas críticas y re interpretativas hicieron que fuera encarcelado.
Giordano estuvo en París, Londres y Oxford, en estos lugares se dedicó a escribir y publicar obras de teología, acrecentando su fama y también sus detractores. Reforzó sus ideas científicas con escritos sobre la “teoría de Copérnico y el Sistema Solar”
Bruno no solo conocía y apoyaba la teoría de que el sol era el centro del universo, sino que iba mucho más allá. Tenía la idea de que el universo era infinito, que no tenía un único centro y estaba lleno, según él, de mundos habitados como el nuestro. También decía que además de Saturno, había otros planetas que giraban alrededor del Sol como detalla en su obra “De Umbris Idearum” lo cual fue demostrado en formas sucesivas desde finales del Siglo XIX.
A diferencia de Copérnico, Giordano no basaba sus teorías en datos y demostraciones científicas, sino en creencias religiosas, un preámbulo de las formas en la que la Inquisición atacaría a G. Galilei tiempo más tarde.
En 1586 tuvo que huir de París después de escribir unos artículos insultando a los funcionarios y miembros de la Iglesia y reafirmando sus ideas. Huyó a Alemania y los luteranos también lo expulsaron. Después de 15 años volvió a Italia y tras la excusa del noble Giovanni Mocenigo (quien solicito de Bruno ser su Profesor) fue entregado a la Inquisición Veneciana.
A pesar de explicar que sus predicaciones eran filosóficas y no religiosas, el “Santo Oficio” decidió que su único destino sería la hoguera.
Algunos historiadores sitúan que el enfrentamiento con la Iglesia tenía que ver sobre todo con una lucha política entre la Iglesia católica o reformista de carácter conservador, y la burguesía; esa fue la principal razón para la persecución de la inquisición por un lado y la cárcel por otro.
Giordano Bruno puede considerarse como un predicador y un científico pero no en el sentido estricto de la palabra. Estaba muy informado y tenía conocimientos astronómicos muy avanzados para la época, mezclaba los conocimientos con sus creencias y después hacía especulaciones sin ninguna base científica actual, aunque antes no era así. Muchos como Newton, eran astrólogos que consideraban teorías de las ciencias ocultas como la alquimia. Bruno fue un “místico visionario” que apoyó teorías que solo serían comprobadas siglos más tarde.